Psicoaparatos

Psicoaparatos


<¿Cómo podéis hablar a la mente de Ender?>
<Desde que sabemos dónde está,
resulta tan natural como comer>
 O. Scott Card



El asunto no era precisamente el dolor de ovarios, eso era tolerable; el problema en sí era la otitis. Me había comenzado a doler el día anterior, o la noche, en un sábado cualquiera, sin gente, sin amigos, y sin libros.

Al levantarme estaba aun peor, me había dado cuenta que no sólo el dolor había empeorado sino que no tenía ibuprofeno y no tenía dinero y además era domingo...  Bingo.

Llevé el ventilador a la habitación, y busqué una canción que no me molestara demasiado. Puse el Protection con la intención de escuchar sólo Better Things a modo repetición, ya que escuchar todo el cd de Massive Atack no le hace demasiado bien a mi corazón, y me acosté a disfrutar esa canción una y mil veces para poder por fin evadirme, pensar en cualquier otra cosa que no fuera sufrimiento.

Había pasado en la vida por varios problemas ya y por varios dolores de cabeza y demás pero nunca por un dolor así, como si alguna máquina maldita estuviera taladrándome por control remoto...  pensaba inmediatamente, bah, en una guerra se sufre mucho más, si te mutilan sin anestesia debe ser más doloroso, esto es un simple dolor de oídos con un poco de dolor de ovarios, no es una buena mezcla, no, pero hoy en definitiva no será el día de mi muerte.

Inmediatamente supuse que mi muerte no debería ser allí ni así porque en todo caso creo merecerme una muerte un poco más glamorosa si es que la muerte puede gozar de este adjetivo. Me da igual el glamour, pero para la muerte no estaría mal una dosis pequeña, un touch. Quería soñar, quería dormir, quería olvidar el dolor, los perros y los niños de los vecinos ladraban y lloraban y yo sentía que lo hacían al lado mío, daba vueltas, y estaba empezando a tener un dolor muy por arriba de mis umbrales de resistencia.

Recordé entonces los consejos de mi entrenador, hacía poco me había dicho "se tu, tienes que ser tu, siempre, no le hagas caso a nadie, siempre, siempre se tu" y luego me hizo hacer lagartijas. Pero no las lagartijas que comúnmente les hacen hacer a las chicas, eran lagartijas masculinas, con las piernas extendidas. No me dijo cuántas haría sólo empezó a contar y repetía uno-dos, uno-dos, uno-dos, marcándome un ritmo que iba creciendo. Llegó un momento en que no pude resistirlo más, mis músculos abdominales tenían espasmos y mis bíceps hacían unos tics extraños, las gotas de mi cabeza empezaron a chorrearme por toda la cara... y sin embargo no levanté ni una sola vez la mirada para pedir piedad, sólo estaba concentrada y esperando por favor que se terminara, me dolía, sentía dolor, y dolor, hasta que de pronto se esfumó, así sin más, hacía una y otra y otra y otra y el dolor era tal que ya era parte de mí. Entonces él dijo "¡Basta! te puedes ir".

Pero esto no era lo mismo, no podía controlar esta tortura, el oído interno se movía -lo juro- y resultaba ser peor que cualquier pesadilla, si se hubiera movido acompasadamente seguramente hubiera tenido el problema resuelto, listo, solucionado, pero no era así; el maldito se movía cada tres o un segundo y luego cinco, lo sé porque lo estaba contando con los dedos. Tres, uno, cinco, siete, dos, era imposible, no tenía la más mínima lógica, no era ninguna progresión matemática o por lo menos no era ninguna progresión matemática que yo dominara.

Pero cuando estaba con esto en la cabeza, el cd saltó, estaba estropeado, y saltó directamente a la pista tres. Yo sabía que había sido un error poner este disco, pensaba desde la ultratumba con los ojos abiertos mientras que la misma lágrima individual e impúdica me surcaba el rostro. Siempre pasa lo mismo con la canción número tres. Aún así, no tenía la suficiente hidalguía como para levantarme a luchar con el aparato, no se ni programar el despertador y no iba a aprenderlo ahora, que sonara como quisiera, me daba igual, igual la única lágrima ya había salido ya me la había limpiado y siempre sale una, una y nada más.

A todo esto no se de donde viene esta sensiblería inesperada y pienso que tal vez soy una simple nenaza, que todo es mentira que sólo soy una mujer más en el mundo, y para eso no hay remedio, y sigo pensando ¿qué me habrá querido decir el entrenador? ¿esto mismo? oh no, lo que faltaba, dolor de ovarios, dolor de oídos y dudas existenciales, no, es demasiado para mi, no no por favor no, que se meta drácula por la ventana, muerda mi yugular y me vampirice pero dudas existenciales no por favor quien quiera que seas no me hagas esto, ya es suficiente por hoy es suficiente, es demasiado, da igual quien soy, soy el producto de lo que fui siendo, y el que esté completamente contento con su existencia que levante la mano, ya se que ser yo me trae problemas pero no molesto a nadie, o por lo menos no es mi intención ¡lo juro! ¡Váyanse de aquí quienes quieran que sean!

Cuando terminé de decir esto, el cd siguió su marcha, se fue hasta Sly rápidamente pero no se posó ahí y cuando ya estaba puteando sin darme cuenta, salta de nuevo a Better Things. Ahhhh me relaja esa canción, me siento tranquila, entrecierro los ojos y, sin dormirme, me voy, me voy a un sueño, un sueño que no conozco, una atmósfera, una liviandad, una sabana, un elixir, una daga, creo entender que estoy levitando y no me esfuerzo en abrir los ojos, estoy ahí, con mi dolor de oídos pero lo escucho de lejos y sólo me pregunto si no estaré en el cielo, o si esto se siente cuando alcanzas el nirvana, siiii, debe ser muy parecido a esto, es plenitud, ese sentimiento en el pecho que se tiene cuando algo que te gusta te sale bien, pero sin haber hecho especialmente nada, y estoy ahí, y me siento hermosa, irremediablemente hermosa, creo que estoy teniendo visiones, que tengo alucinaciones, que estoy viendo el futuro... oh, si este es mi futuro hoy he tenido una gran noticia, o por lo menos un avance de ella, es lo que quiero para mi, es este estado, es esta satisfacción, creo que ya se por qué he viajado tanto, por qué ha pasado todo esto, por qué las palabras de mi entrenador, por qué el dolor: todo es para llegar a este momento. Y el cd por fin hace caso y repite la canción que había puesto al principio en loop, qué genial, quiero que este momento sea para siempre, o si tengo que morir que sea ahora, todo es tan perfecto, tan lúcido tan nítido que sin darme cuenta estoy frente a los ojos de alguien que desconozco completamente, y sin embargo está tan claro, es tan perfecto tan lúcido tan nítido, que tiene una mirada oscura que sólo se limpia al mirarme, y la canción se repite una y otra vez y no hay esfuerzo no hay dolor no hay sufrimiento, el me entiende, el lo ha comprendido todo, sabe quien soy, sabe lo que necesito, lo sabe todo y su mirada se limpia y se limpia mirándome cada vez más cada vez más cerca, y me doy cuenta que no es el limbo que no es el infierno ni siquiera es el cielo, es real, es posible, no hay preguntas, no hay respuestas, solo es, es, es, es, es, y nadie se somete ni somete ni se siente sometido, sólo nos miramos maravillados por el propio dios particular que ha creado a cada uno y que nos ha hecho tan diferentes, tan penetrantes, tan imperfectos que la canción gira una y mil veces y cada milímetro es observado por el otro, cada gesto es bien interpretado, no cabe lugar al error, a la indiferencia, al metaverso, no es un reencuentro, es un encuentro, y celebramos ese encuentro con un polvo perfecto, un polvo sin complicaciones, un polvo bien intencionado, un polvo exquisito y brutal, si se quiere mágico, un polvo redondo. Me termina besando con los ojos abiertos y le respondo la consideración con una leve suave y contundente contracción vaginal y allí...todo termina.

Como terminan todas las cosas buenas, el cd se queda repitiendo una y otra vez la misma frase "magic whithout love - magic whithout love - magic whithout love" así todas las veces que le es posible. El placer se esfuma y él también, así como nuestra hermosa y relajada posición coital de sentados. Me duelen los oídos. Ahora me duelen los oídos todavía más. Es lo que tiene lo bueno, luego la bajada es un bajón, y ahora siento que sufro, me siento desgarrada, me siento impotente e inútil, he pateado queriendo al aparato de música y en vez de parar de decir “magic whitout love” ha venido Tricky cantando nada más ni nada menos que Karmacoma.

Tengo un dolor tan grande que de poder hacerlo me patearía, sacaría toda la ropa de dentro del armario y la tiraría pero sé que la tendré que recoger y no soy tan tonta así que acierto a dar un buen puñetazo a la puerta, y el dolor de oídos y el dolor de ovarios y el dolor en el corazón que estoy sintiendo ahora mismo hacen que el dolor en la mano no sea nada, hasta que razono. Razón, razón, nunca me abandones, razón. Puedo vivir sin amor, puedo vivir sin mis oídos pero no sin la razón y la razón me dice que debo vestirme e ir a un médico de urgencias como su nombre lo indica: ya.

Me pongo los all star, la falda q me llega a la rodilla y una musculosa con capucha y bolsillos que sé es un poco plancha pero es lo único que tengo a mano y limpio. Salgo. Salgo y me encuentro con un día endemoniadamente brillante pero que me da directamente en la cabeza y en los ojos y simplemente no lo soporto así que supongo que también debo tener algo de fiebre. Me encamino al hospital, queda a unas calles. Me miro en un espejo al pasar y tengo una expresión que sólo tiene un nombre: dolor. No puedo evitar ir tocándome la cabeza y los oídos cada tanto, es inevitable, siento ganas además, de tirarle alguna patada a algún cubo de basura, pero ya no tengo quince años.

Atravieso el parque y observo cómo la gente de mi edad todavía se conserva en la manada, se salvan unos a otros el culo, se toleran, se aguantan la cabeza. Yo hace tiempo me fui de mi manada, y si reviviera mi experiencia aquí no sería más que un teatro, serían "gente de mi edad" pero no mi manada, mi manada está lejos, mi manada -que sé fehacientemente me quiere y yo a ellos, sin necesidad de aplausómetros- me entiende y aun cuando no me comprende del todo me desea lo mejor está lejos, está mirando y está gritando desde algún lado del planeta: arriba arriba vamoarribaaaa... Este pensamiento me alivia y me tortura dependiendo de los días, pero está ahí, y ahí también está el hospital, está ahí, enfrente mío, pero por lo que veo, también está cerrado.

Me acerco a la puerta para forzar la vista acercarme al papel y leer dónde quedan las urgencias de los domingos. Hay dos dependencias para los domingos. Dos calles. Y no se donde queda ninguna de las dos. Vuelvo mis pasos sólo para regresar al parque sólo para preguntarle a alguna anciana o a alguna madre con niños dónde quedan los hospitales de urgencia de los domingos. Me responden que el que queda más cerca también está cerrado hace unos días, se extienden en este detalle y formulan sus hipótesis al respecto y yo sólo quiero que me digan cuál es la dirección buena y en ese caso para dónde debería caminar, así que las interrumpo diciendo no muy educadamente: "¿cuál es la dirección entonces, para dónde tengo que ir?" Me responden que en Florida, me explican que tengo que andar, por lo visto, bastante. Para llegar hasta ahí conozco un atajo, así que no dudo en tomarlo, lamentablemente, como el atajo es una especie de peatonal, no hay árboles, por lo que, me ponga donde me ponga y camine por donde camine, el sol me da de frente. Entre el dolor y el sol, veo a la gente, a las casas, a los animales, a las frutas y a las verduras, como espectros, como fantasmas, como sueños, como bestias salvajes riéndose, todo se vuelve muy redondo, muy oblicuo, muy alargado, muy quebradizo, muy lisérgico. Veo colores donde se que no los hay, veo demonios, veo ángeles, veo muertos.

Comienzo a caminar más despacio, me pecho sin querer con la gente y ahora sólo quiero que aparezca un avión de Pluna, un 546 que me lleve justo a la terminal, meter la mano en mis bolsillos y tener plata para bizcochos y cruzar a la panadería, caminar saludando a los conocidos, llegar a casa y tirarme en el sofá. Me recuesto sin darme cuenta en una pared, pero no todo el cuerpo, sólo la cabeza, quiero llegar quiero que me den la mano. Quiero que alguien me de la mano y me muestre el rumbo que debo tomar en la vida o al menos el rumbo hacia casa o me contento a estas alturas con el rumbo al hospital de urgencias del domingo. Pero no hay mano. Me dejo caer y me siento en la calle, el recuerdo me ha traído también el recuerdo de los mendigos, de la gente metiéndose a los contenedores, de los niños haciendo malabares en Av. Italia y cantando en los ómnibus sea la hora que sea. Me tapo la cara con las manos: quiero llorar, siento que voy a llorar, y si fuera capaz de llorar ahora sería magnífico, sería la mejor excusa para llorar así de paso por todo, por ellos, por mi manada y por el dolor de ovarios, por el dolor de oídos, por no tener dinero, por no tener ibuprofeno, por no tener cigarros ni la voluntad para pedirlos, pero sobre todo y muy a pesar mío por ese sueño perfecto que me ha presentado en sueños a ese hombre imperfecto de mirada oscura y limpia que me entrega todas sus emociones en un polvo contundente magnífico y redondo sin pedirme que cambie, fuera de la frontera de los lugares comunes.

Me siento hundida, siento que soy presa de mis pesadillas, de mis laberintos, de mis propios sueños, y sin poder llorar aun reúno la fuerza suficiente como para mirar a un costado, mirar al otro, ubicarme, levantarme, y calcular para dónde tengo que caminar. Aunque muchos no me crean, Henry Miller camina a mi lado. No estoy del todo segura cómo ha sido, cómo ha llegado, pero está ahí, caminando al lado mío, riéndose de ladeado, mirándome de arriba abajo sin que yo le merezca en este momento el más mínimo piropo o comentario de aprobación. Trato de ponerme a la altura de las circunstancias pero es en vano, Henry es muy listo y ahora suelta una carcajada, así que lo dejo todo y simplemente soy yo y me alegro que Henry esté a mi lado, aunque sea para reírse de mi. Mientras se prende un cigarro me dice:

- ¿Cómo la llevas?
- En qué orden de la vida?
- En qué va a ser, macaca, responde rápido, vamos, que no tengo todo el día
- Supongo que como tu, dejando escapar las cosas importantes
- Bah, tonta, tu no sabes nada de mi, pero bueno, no te preocupes, en todo caso es el estigma
- Qué estigma?
- Tienes inspiración, no?
- Sí, y?
- pues entonces no te quejas
- Yo nunca firmé nada en donde aceptara la inspiración a cambio de un estigma
- Pero querías ser de los nuestros, no?
- Pues....sí... pero...
- Pues ya está, esa es toda la realidad y es lo único que debes saber
- Tu no puedes estar acá, tu estas muerto!
- Yo muerto? Yo estoy más vivo que tu! yo soy atemporal, soy universal, eterno, imperecedero, nunca lo olvides. Y sácate las manos de los bolsillos aprende a comportarte como una mujer, demuestra que tienes un agujero entre las piernas.
- Ufa, vos también?! Cundo yo...

Cuando iba a decir “cuando yo voy así me siento cómoda”, él cruzó la calle y se empezó a manosear y a besuquear con una mujer, y por los rasgos delicados identifiqué claramente a Anaïs Nin, me dio tanta emoción verlos juntos librando su batalla sexual en la calle, que enseguida saqué la cámara del bolso, la prendí y los enfoqué. Pero cuando vi por la pantalla, no había nada, estaba todo oscuro. Pensé que la cámara estaba rota, así que la apagué y la prendí de nuevo. Pero no demoré en comprender qué sólo ellos se podían ver. Al comprenderlo, desaparecieron.

Seguí camino al hospital de urgencias del domingo, y nada cambiaba, era un día espectacular, la gente caminaba, los novios se besaban, las familias disfrutaban y los ancianos conversaban. En la próxima acera terminaba la peatonal y tendría que cruzar e ir por una calle bastante angosta y antigua. Sin darme una cuenta meridiana de lo que hacía, crucé en rojo, me tocaron bocina y llegué al otro lado dando una serie de ridículos saltitos. Estaba sana y salva pero con dolor de ovarios dolor de oídos y todo lo que ya creo les ha quedado claro. El sol me seguía dando de frente, lo que no me permitía ver bien de dónde venían esos gritos.

A gritos, como decía, se escuchaba de un lado ¡pedanteeee! y de más allá ¡indócil! y de más acá de nuevo y ahora con voz masculina: ¡desinteresada! Luego todos a coro ¡pedante, indócil, desinteresada! ¡buuuu! Me hice una visera con la mano y mire para arriba: estaban en los balcones y en las azoteas, eran unos seres muy feos, con ruleros ellas, y con camisetas agujereadas ellos, verdes ambos, con ojos muy pequeños y narices muy grandes, y bocas más grandes aún, con sendos huecos entre los dientes. Me paré y di un vistazo al panorama con la cabeza todavía hacia arriba y mi mano haciendo de visera. A lo lejos uno dijo ¡Síiiii, túuuuu, indóciiiil! Todo lo demás siguió siendo a los gritos, yo parada mirándolos, y ellos desde arriba gritándome, y supuse que debía responder:

-¿Yo? ¿Me estás hablando a mí?
- Síiiii, dijo otra, siiii ve por el, ve por el
- Que vaya por quién?
- Por quien va a ser mecagonlaputa, dijo otro, por él
- ¿Por Henry?

Todos se rieron a la vez, un largo rato además, hasta que una respondió ¡el sueño, el sueño! ¡Pero eso fue un sueño! le respondí, ¡Además cara de qué tengo qué venga él, no?!

Todos dijeron a la vez: ohhhhhhhhhhhh, y luego uhhhhhhhhh, se rieron de vuelta a lo loco, y sólo interrumpieron su jolgorio para decir a la vez: -¡Pedante, indócil, desinteresada!

Yo bajé la cabeza, me agarré la oreja izquierda, miré hacia el frente y mientras ellos seguían su cantito estúpido caminé como si nada me importara pero deseando poder llegar a la esquina para doblar y perderlos de vista. Cuando lo conseguí, me di vuelta, miré hacia arriba y les respondí:

-¡Quédense ustedes con sus amorcitos de hipoteca, imbéciles!- y doblé.

Ni bien doblé no se sintió ningún tipo de respuesta, así que deduje que nadie tenía una objeción para con mi comentario.

En ese momento sentía un dolor tan grande a nivel general, y había tenido que esforzarme tanto en interpretar y digerir los diálogos, que por lo único que me hubiera quejado llegado el momento y tal vez hasta les hubiera dado la razón a los infames duendes era no tener a mi lado una pareja con la confianza lo suficientemente madura para pedirle -por primera y única vez- que me diera un derechazo en la cara y que me dejara KO sólo para no sufrir más hasta que fuera lunes y pudiera comprar ibuprofeno. Pero supuse que en este mundo no habría un hombre con los huevos tan grandes ni tan bien puestos como mi pequeño par de ovarios. Así que volví, entré directamente a la cocina, tomé un envase de vidrio de la despensa, y me lo estrellé ahí mismo contra la cabeza.



L´Hospitalet

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