Los malos días
para la poesía son buenos días para la música, susurraba casi entre dientes el
estimado Billy, quien ahora se acercaba entre un extraño cerrar de ojos
posiblemente no tanto por la claridad de la tarde sino por la oscuridad de
donde provenía:
- Cuando me
dijiste que el día estaba así tuve que imaginármelo, y fue algo difícil así que
decidí comprobarlo por mí mismo.
- Es que no es
tan complicado, es abrir las cortinas en cuanto despertás... un poco, al menos.
- ¿Un poco,
dices?
– Seh. O sino
yo te aviso…
- ¿Me avisas
sobre si el día puede ser bonito o si tengo que abrir las ventanas? Para mi un
día bonito tal vez no sea lo que para ti es un día bonito; esos arranques de
optimismo tuyos me marean a veces, sabes, no lo digo por mal pero a menudo, no
tu, sino todos, todos nosotros, no deberíamos ser tan confiados en la
naturaleza de la condición humana.
– Bill…. – Ok ok, el día está… bien, podría estar mejor pero está bien, se nublará dentro de poco y lloverá y… estará aún mejor.
– ¿Dónde está tu bajista? Sé que no es tuya, y que tiene un nombre, y tiene un nombre hermoso, y para mí además es la mejor bajista. Antes solía poner los ecualizadores de tal manera que
– Que escuchabas los graves más altos. Cada vez que hablamos me cuentas lo mismo, me ha quedado claro. Y se llama Darcy.
- ¡Cierto! ¡Dónde está?
– Ni idea, pero podemos llamarla, o puedes llamarla yo no tengo conmigo el teléfono.
– Yo no tengo saldo.
– Podemos llamarla telepáticamente...
– Podemos evocarla...
– Ecualízate con los graves altos, tal vez aparezca así de la nada, detrás de algún árbol...
– Pensándolo bien me daría un poco de cosita que apareciera así.
- A ti todo te da un poco de yuyu y luego me necesitas.
- No siempre te necesito a ti, eso no es cierto.
- Nos necesitas la mayoría de las veces. O nos terminas necesitando, que es incluso peor. Mira, ahí viene tu amorcito.
- No es mi amorcito, y además, lo conozco antes que a ustedes...
- wow, qué deshonor con tu amorcito...
- No-es-mi-amorcito... ¿Cómo estoy? ¿Estoy guapa?
- Estás conmigo; todo el mundo se ve guapo al lado mío.
- ¡Tu tienes una gran personalidad!
- No me entretengas. Él es guapo, con una gran personalidad y canta mejor... y ahora... intenta de ahora en más por favor relativizar todo lo que vayas a decir, o me voy.
Estaba con el
pelo largo, como yo lo recordaba, y nunca llegamos a saludarnos porque cuando
venía hacia mí hizo un gesto extraño, de aprobación y simpatía absoluta, que me
dejaron tan sorprendida que, como era de esperar, lo solucioné con el típico
gesto a continuación del semipiropo de cualquiera, que es reírme hacia el
costado. Yo sé que me está pasando algo hermoso pero la otra persona piensa
que… que… que le estoy dando vuelta la cara.
–Cuando algo me gusta mucho hago eso… no sé por qué
-Lo mismo pasó con el piropo aquél… ¿cómo era?… pero tu falda es la risa de los rocanroles
- Pero nena,
tu risa es la magia de los rocanroles...
- ¡Y nunca
supiste quién había sido! ¡En vez... en vez de mirar!
- Y era un
buen piropo...
- ¡Era un gran
piropo! ¿Y ahora?
- Nada, yo sólo
quiero preguntarle algo...
-¡Pues habla
con él!
- Me taro...
- ¡Ya nos
dimos cuenta!
- Yo no puedo
ir y colgarme de la espalda de Chris...
- ¿Por qué?
- Porque
contigo es sencillo, descontracturado.
- Vamos
cariñoooooo, aprovecha ahora, somos pocos, luego viene Scott y todo se
despercibe un poco, por cierto, allí viene…. No mires...
-¡¿Dónde?!
- ... y eso
que te he dicho que no miraras...
Todos seguimos
la marcha, como arlequines o parte de una banda sinfónica desarticulada, pero
sin instrumentos. Lo saludábamos de a uno, como si estuviéramos en un cuasi
funeral, diciéndole que todo estaría bien, y nos adelantamos nosotros mientras
le iba diciendo algo así como que Chester no me gustaba nada, pero nada nada, y
en realidad no se lo decía por adularlo, es que no me gusta nada de verdad. Y
parece ser que resulté ser bastante contundente con mi honestidad, porque
mientras miraba a la lejanía hacía una mueca de compasión a sí mismo y al mundo
con un gesto hacía el otro costado, lo que para mi, claro, es mucha dicha, aunque
tal vez me haya dado vuelta la cara. - Ché, no te lo tomes a mal, me encanta tu
compañía pero en algunas cuadras, antes que se haga tarde, me gustaría hablar
con Chris... No es nada personal, pero lo mío contigo no es… - ¿No es…? – No es
"puro" precisamente, no es muy "platónico" que digamos – Ajá – Yo no pienso en
vos como en algo… pienso más como en algo
…
- ¿algo….? –
Sabés? No entiendo por qué llevas esa bufanda todo el tiempo. Conozco muchos
hombres de tu edad que siguen siendo chicos de su edad. – Mi bufanda. – Sí,
tendríamos que tirar esa bufanda… en el próximo contenedor… - O sea, piensas en
mi más como… bufandas. – Por favor… - Ok, está Chris, hablemos de bufandas. No
te gusta mi bufanda. – Yo creo que podrías cuidarte la garganta con algún pañuelo,
algo más… - Algo que no sea una bufanda. Tiremos pues, la bufanda, en el
próximo contenedor. Toma – Además esta bufanda mirá el color, es marrón a
cuadros ¿de dónde sacaste esto? Y la textura y... um qué bien huele…. Huele
muuuy bien. – Chris. – Cierto. – Bufanda, contenedor. – Bufanda contenedor,
cierto. – Bufanda contenedor.
Cuando nos
acercamos al contenedor y apreté el pie para que subiera la tapa y la tiré no
sin antes olerla otro poco y mientras me decía algo así como macaca sentí un
pellizco en la pierna a unos segundos de la nalga. Di vuelta con mis ojos panorámicos
para decirle Chrisssssss, y dijo: baj, yo vi que estaba mirando para otro
lado... y no creo que tengas chance. – ¡Yo sólo quiero preguntarle algo! – Y yo
quiero terminar con el hambre del mundo. Aquí Rock, allí Valses de Strauss –Él
entendería que sólo quiero sacarme una duda – Aaaaah, ¡porque es sensible!
claro, vaya, lo olvidaba, qué gran detalle. Pierdes el tiempo. – Para mí es una
duda importante. – Pues tú misma, te pierdes de algo interesante. – Bueno,
presentámelo porque jamás hablamos. – Ah, bueno, esto ya es extrema estupidez.
Ven conmigo.
- Chris, Xime, Xime, Chris.
Os vais a
cagar, hizo con las manos.
Miraba pues, hacia lo alto, como quien va mirando una ciudad que no conoce y se sorprende con
gárgolas o algún faro acuñado en hierro en forma extraña que le da a uno la
leve sensación de decir algo seguramente inútil pero que refrescará el silencio
y, quién sabe, hasta puede parecer un atisbo de relacionamiento cultural… Pero
no, sólo había edificios, gente colgando su ropa, y entonces ya como que me
había olvidado de Chris sólo para encontrar algo interesante que comentarle a
Chris cuando me dice señalando con el dedo: ¿Ves aquella libélula incandescente
que está allí dando vueltas? Como el tonto mira el dedo y no la luna, hice
un lento y extenso recorrido visual desde el índice pasando por su falange, los
huesos metacarpianos, la remera negra tornasolada hasta que por suerte una voz
que ahora parecía lejana me indicaba nuevamente - ¿Allí, la ves? Así que me
concentré ahora más lentamente de lo que quería en hacer el recorrido inverso,
descolgarme de la uña un poco larga del índice para volar hacia un horizonte un
poco nublado para encontrar algún punto resplandeciente sin tener mucha suerte,
en verdad, pero esforzándome en ello, cuando me dice otra vez pero agarrándome
un poco de las sienes pero no forzosamente: ¿Allí, lo ves? Es David Bowie –
Wow, a mi me parece como…como… como una libélula con luz – Como sea, es David
Bowie.
Presté atención a lo
que en realidad me parecía una luciérnaga grande y lo miré a él, y tomando un poco
de posición dije: Disculpá, pero eso es una libélula. Una libélula grande, tal
vez, pero… es una libélula. Entonces se intoxicó un poco con lo que iba fumando
y se sonrió y yo recé un otro poco, sólo un poco, para que no se tapara la cara
mientras lo hacía, y creo que se notó mi pensamiento porque me revolvió el pelo
con la mano y me empujó. Un poco también.
Con mi mueca tonta instalada, la cara hacia el otro lado, me encuentro con todos los demás más Eddie cuando
saltaba más Joshua que se había instalado en el medio y todos a su vez
gesticulando de alguna manera con las manos como para que me sacara de encima
por fin la terrible duda. Pero sin pensarlo mucho, como había visto a Joshua me
dieron ganas de saludarlo y contarle algo que sólo a él podía contarle y sin
volver a pensarlo mucho y en un gesto verdaderamente espontáneo sin hacerme la
coqueta le tomé la mano (a Chris) y le dije ¿Me aguantas que quiero contarle a
Joshua algo que sólo le puedo contar a Joshua y vengo?
Dijo que
claro, y toda la banda se desvaneció de manos abiertas como si su cuadro
favorito hubiera errado un penal y seguidamente vuelvo la cara hacia él que ya
no estaba parado sino sentado con las piernas abiertas jugando con un pastito y
vuelvo a mirar pero esta vez acercándome cuando Flea se toma la frente y yo me
voy acercando a Joshua y Joshua a mi para decirle: Tengo que contarte lo que me
pasó en tu concierto y sólo a vos puedo contártelo.
Nos
agarramos muy compadremente del brazo y nos fuimos para algún semi hueco no sin
antes pasar por Eddie cuando saltaba y arrimarme al oído y decirle: por favor,
ni siquiera tararees. A lo que él, bajando la cabeza en señal de namaste,
volvió a subirla para decir: sin palabras. Seguimos con Joshua el camino y yo respiraba solo porque a veces el entendimiento suele ser tan sensato y
real que no necesita más.
Debajo de unas escaleras le contaba a Joshua lo sucedido en el concierto mientras mirábamos a los demás, que
estaban tranquilos unos e intranquilos otros porque la neblina iba bajando,
llegaríamos tarde, o se nos haría tarde y nos agarraría la lluvia y no era
precisamente verano y todos íbamos muy así nomás. Joshua se rió con mi
anécdota, haciendo un gesto con sus dedos odiosos cerrando su boca, aunque no
soy más el indicado -acotó- y me abrazó con un leve vaivén. Gesto totalmente sano entre nosotros pero tal vez no a la vista de los
otros, ya que al volver Flea me miraba como ¿qué estás haciendo? Y Scott con
un gesto de desaprobación total mostrándome por debajo de la rodilla un índice
doblado que se juntaba con el comienzo del pulgar para decir: te aprieta el
culito…
Joshua lo vio
y siguió riéndose más largamente y yo suspiré porque Chris seguía sentado
mirando muy de vez en cuando pero en rueda con sus interlocutores, sin emitir
palabra, jugando con el pastito y volviendo cada tanto para seguir con la
mirada el vuelo de la libélula. Perdón, el vuelo de David Bowie.
Como prometí
que volvería, volví a su lado, y como no sabía que hacer, pues, me puse a mirar
la libélula mientras él se levantaba para que siguiéramos todos el camino hacia
el parque.
La libélula,
la extraña libélula, vista más de cerca realmente no volaba como libélula, más
bien hacía como gestos involuntarios de rodearnos y luego muy rápidamente
volaba hacia algún punto muchos pasos delante nuestro, nos esperaba allí, nos
rodeaba y luego muy rápidamente volaba hacia otro punto más allá, como
mostrándonos el camino. Había captado mi total atención, y viendo un poco de refilón a Chris él
estaba también absorto con ella; pero sorprendiéndome ahora con otra
mirada de refilón me dice muy seriamente: Es David Bowie. Y lo dijo así, enfáticamente, como si lo hubiera reconocido, como si se hubiesen visto así
toda la vida. De la mirada de Chris a la
libélula y de la libélula a la mirada de Chris, le pregunto: ¿Y siempre tiene
el mismo color? Él como que lo pensó y dijo: El color que tú quieras-. Entonces
sonreímos hacia el piso y dijo: no, él tiene el color de él, que
es inconfundible.
- Tengo que preguntarte algo, en realidad, contarte
algo, y luego preguntarte.
Y no dijo nada. Sólo puso cara de con qué vendrá
pero bien, adelante, o eso supuse, y me di pie libre para extenderme
mientras él escuchaba, o eso creía, sin perder de vista a David.
-Hace muchos
años, en realidad no tantos, como tres años o así, yo fui a un bar, sola. Esa
noche mi loquesea, que era más mi lo qué que sea, no podía salir, creo que
estaba enfermo, pero nos vimos un rato antes, y yo no tenía ganas de
volver tan temprano a casa, así que le dije que me iría a tomar algo al bar. Conocía a la gente del bar, no sería un gran problema ,
porque siempre tendría algún objeto de conversación con el camarero ante
cualquier emergencia o duda. Bueno, yo sólo le dije a mi loquesea que iría al
bar, y el bromeó al respecto de que yo saldría esa noche y el volvería a su
casa, y fue algo lindo porque sólo esas relaciones están buenas aunque no sean
relaciones… Entonces Chris dejó de mirar a Bowie para mirarme a mi, creo que
como para que fuera un poco más al asunto, así que dije: El caso es que yo fui
al bar, un bar que no era de mi barrio, ni de mi ciudad, pero un bar que
conocía, y entré y pedí una grapa miel con limoncelo, porque hacía mucho frío…
Y… entonces, cómo explicarlo… Ta nada, una
boludez (qué típico).
Ni bien terminé de decir boludez sentí un pequeño golpe
en la nuca y me di vuelta para ver a Flea revolviendo el aire con mano hacia
delante movilizando el viento para que yo siguiera.
- Entonces nada,
me sirvieron la grapamiel con limoncelo y entre los parroquianos del lugar me
pareció que en frente, justo en frente, del otro lado de la barra,
estabas vos. Pero, me pareció… nada que ver.
Fuera de todo pronóstico,
Chris me devuolvía una mirada intrigada y expectante para preguntarme: ¿Y tú, qué hiciste?
Ésta vez, sonriéndole con los ojos como quien vuelve
en el verbo del recuerdo a encontrarse con un recuerdo, y sintiéndome bastante tonta por lo que iba a responder, digo: Bueno, te miré
digamos que muy fijamente, y vos te pusiste a mirar una pared muy lejana. Quería verte desde otros ángulos para cerciorarme pero no tan
decididamente como para incomodar, y como no lo lograba, salí del bar, llamé a
mi loquesea y le dije: Creo que estoy pirando, pero está Chris en el bar...
-¿Y
él que te dijo?
Me dijo: en ésta vida todo puede ser, sí, puede ser él, yo
que sé, encaralo.
Y sentí como un atisbo de amor, tal vez ese amor que sólo
se encuentra en la libertad, y le respondí: ¡pero cómo lo voy a encarar si estoy
saliendo contigo! Así que supongo que debe haber sentido como un atisbo de amor que sólo
viene de la alta fidelidad. Guardé el teléfono y entré al bar dispuesta a,
por lo menos, sacarme la duda preguntándole al camarero.
-¿Y entonces?
-En mi silla ya no estaba mi chaqueta. Siempre pierdo mis chaquetas,
mis mejores chaquetas, pero ésta era mi chaqueta preferida, como de un cuero
desmejorado y agrietado, que alguna vez habría sido verde, que quería mucho. En vez de preguntarle por ti le pregunté si había visto la chaqueta. Recorrí todo el bar buscándola, no la encontré, miré
por la ventana, estaba detenido el bus que me llevaría a casa, pasaba cada muchas horas, salí rápido, sorbo y saludo al camarero mediante... Sólo
cuando subí al bus y me senté a mirar por la ventana pero hacia el bar mientras esperaba que
arrancara me acordé que cabía la extraña posibilidad de que vos estuvieras
dentro y ...bueno... luego me quedó la duda.
Él estaba más serio que antes, no miraba a la libélula, se acomodaba los huesos del cuello con el rostro y luego las vértebras con la espalda y la cintura con los omóplatos, y no se lo veía muy amigable y cuando pensaba ésto dijo como quien piensa algo que realmente sonará demoledor: "Llegaremos tarde si no nos apuramos."
Es así como las trivialidades de
quien nos interesa supongo se nos convierten en certezas poco probables o
filosofías cuasi elevadas cuando solamente quieren decir algo como: llegaremos
tarde si no nos apuramos. Como cuando nos quedamos pensando en qué querrán
decir los puntos suspensivos en el final de un mensaje de texto, como si
realmente le faltara el continuará, pero quedándonos en silencio porque sería
muy tonto pedirle a quien sea que te respondiera en 140 caracteres qué mierda
exactamente significan los tres puntos suspensivos esos, tal vez porque
realmente no lo querramos saber, o tal vez, como en este caso, porque no sea realmente necesario.
Bill dijo
mostrándonos con la vista: es esa, mientras se ponía sus lentes de sol. Todos
nos pusimos nuestros lentes de sol y miramos la misma nube. Las
oscuridades dentro de ella iban tomando sentido, a veces sí otras no, pero
formando una figura, y luego otra y al parecer tres, e iba girando hasta darle
textura y la textura le daba color al color. Unos semitonos suaves y
transparentes pero no por ello débiles, sino todo lo contrario. Tragué saliva,
algunos se llevaron las manos al rostro, otros al lagrimal, otros apretaron los
puños, otros la boca. En las nubes las figuras se convertían en rostros, y los
rostros a su vez se miraban entre sí, y después a los chicos, entonces Kurt
dijo: ¡Hemos quemado todas las arpas! y Layne le dijo: no es cierto, no les digas
eso; estamos muy livianos y eso es lo importante. Y
Pudimos ver por fin a Jeff, que no dijo nada. Y Kurt volvió a hablar para
decir: este enfermo quiere seguir subiendo octavas.
Porque desde que Jeff había llegado por ahí, todos los coros habían cambiado.
Cuando pude abrir los ojos, juro que seguía escuchando un coro de faunos por algún lado, pero en cambio todo estaba muy nublado, mis pies muy fríos, me costaba levantarme, moverme, poner cada hueso en su sitio. Faltaba poco para la noche total, y aunque no me daba cuenta muy bien dónde estaba, decidí caminar. Estaba entresoñoza, quería llegar a casa, y al final, cuando pude ver alguna luz de carretera, estaba Bill, y me apuré para no seguir el camino sola.
Caminábamos
sin decir palabra, y empezó a llover. Llovía tan fuerte que dolía. Dolía en la cara. Dolía en la cabeza. Parece que fuera una lluvia de acero, le dije, tendrías que
hacer una canción con ese nombre.
- Ya existe
una canción así, la hizo Chris Cornell
- Ni idea, no
lo conozco
- La hizo en
un disco homenaje a Buckley hijo. Eran muy amigos y es un disco muy emotivo.
- Ni idea tampoco
- Soundgarden
- Te juro que
no tengo ni idea de quién es.
- Tendrías que
conocerlo, creo que te caería bien... Por cierto, cambiando de tema, es hermosa
la chaqueta esa verdosa que llevas, ¿Dónde la conseguiste?
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